De lo que hablo

Hola, bienvenido a mi blog, espero que despues de leer lo que he escrito te sientas inspirado y sepas que no eres el único que pasas por momentos buenos y malos. Esa es la vida. Escribe lo que sientas sea genial o pésimo siempre ayudara a dejar un poco mas liviana tu alma
Powered By Blogger

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Para ti...



Mi sombra.
Sin color ni dolor, así se presentó él en la habitación. Su rostro cubierto dejaba al desnudo sus profundos ojos que revelaban secretos nunca antes confesados. Lleno con su presencia todos los rincones donde ese perfume barato había penetrado, quitándole sabor a todo, haciendo florecer rosas negras y góticas. Enceguecida por su luz, por mi nostalgia, por mi niñez extendí los brazos y lo abrace. Dejándole conocer cada poro de mi piel, cada sonido de mi respiración, cada jadeo de dolor, cada caricia de la vida, cada brisa del mar sin fondo, cada caída sin remedio, cada sonrisa de película. Y allí estaba él, riendo con mis locuras, aun con su rostro cubierto pero que poco a poco comenzaba descubrirse y una nueva faceta se iniciaba para ambos. Las conversaciones eran eternas, jamás me había sentido tan cerca a otro humano que no llevara mi sangre. Podía imaginarme el sonido de su voz, el roce de su mano sobre mi piel… todo absolutamente todo, era tan real. Casi podía deleitarme con estas nuevas sensaciones. Porque ¿acaso yo había sentido algo así antes? ¿Había tenido deseos de que una fantasía se volviese realidad? Su sombra me seguía a cada rincón que recorría, enfundándome fuerzas para continuar, para no dejar de soñar. Y permitir que el monstruo de la realidad me consumiera y suspirara en su regazo. Ese aliento cálido en mi nuca, me susurraba palabras de aliento que yo seguía fervientemente, incluso en mi caída más alta allí estaba él, luego de yo haber roto nubes y cielos, sobre el suelo.
Pero una noche blanca el desapareció, sin dejar rastro. Y entonces, todo se detuvo. El tiempo se paralizó y yo quede atascada de nuevo, en limbo como un infante, sin saber realmente como seguir respirando, como seguir soñando, como seguir volando. Pero ya la habitación no estaba en penumbras, era oscura… totalmente negra. Sin un solo resquicio de luz que compensara tantas sombras. Y él no estaba, y yo no estaba. No sé quién o qué era yo, y el orgullo fue calando muy profundo abriendo en carne viva una brecha en mi ya roto corazón. Que dejó cicatriz, lentamente dejando su marca y veneno a su paso. Sin remedio, no había antídoto para ese veneno. Enfermé de orgullo y morí de eso. Murió esa parte de mí, que jamás volvería a ser la misma, que jamás volvería a amar igual, que jamás volvería a necesitar de la misma manera que necesitaba oxígeno. Las semanas pasaron, y se fue apagando el cruento incendio que nadie se molesto en apagar. Y él no regreso, pero yo seguía viva y latiendo… abrazando ahora a mis sombras, mis más fieles compañeras que nunca me abandonaron, oh! Esas rosas negras y oscuras, con un perfume valioso que costaba mucho más en el mundo de las tinieblas. Sus palabras resonaban en mis oídos… “Que las rosas me han llamado, y ahora estoy confundido… ¿Qué cómo te sientes con eso?” Y yo me preguntaba que debía responder… Que estaba feliz con que me dejara entre las sombras, que no sufría porque se iba.
Su voz se fue convirtiendo en un susurro de mi mente, en un apagado recuerdo que enterré con honores en el cementerio. Las cosas siguieron cambiando, siguiendo su curso… atascada en una fantasía que se había disuelto, dejando una cicatriz en el mundo. Yo, quien siempre recordaría lo que había sido. Mi desesperación fue tan atroz… que no pude evitar suplicar a los dioses que me lo regresaran, que lo trajeran de nuevo. Que lo quería para mí. El egoísmo hizo entonces acto de aparición y trajo consigo a mi perdición. Mi sombra amante… Me arrepentí tanto de haber sido escuchada que creo que nunca me lamentare suficiente. Regresó arrepentido, jurando que aun me amaba, que lo había rescatado del inframundo donde las llamas consumían su alma. Pero ¿Cómo creerle? Y yo deseaba amarle, deseaba desearle. Más, mis sentimientos estaban tan enterrados, condenados a permanecer inertes para siempre. Excavé hasta lo inagotable, quedaba exhausta, molesta y asustada de que tal vez… No podría recuperar si quiera la confianza, ni el cariño, nada. Lo tenía de vuelta ahora, amándome, pero yo había perdido la capacidad para amarlo. Lágrimas se acumulaban sobre mi vestido empapado por no quererlo como antes, por no amarlo, y sí, estaba allí apoyándome como antes, y sí, estaba allí rodeándome con sus brazos. Sin embargo, yo estaba cansada del juego, de fantasear. No era la misma humana que mi sombra había dejado atrás. Hablábamos cada vez, yo conocía cada célula de su oscuridad pero no era real, no estaba allí. No podía… No podía tocarlo. Y yo necesitaba realidad, lo que nunca quise, necesitaba verdad.
Finalmente él me visito. Él verdaderamente, su esencia. Sonreí con verdaderas ganas y fui a su encuentro, a abrazarle… a llorar. Podía sentir todas mis emociones renacer, resucitar, pero en el momento en que entramos en contacto, todo se secó. Se apagó, mi luz de realidad se extinguió hasta que solo quedo aquel malestar mortal de que ya no le pertenecía ni quería pertenecerle. Sí, lo quería pero no le amaba, si deseaba estar con él pero no pasar el resto de mis días con él. Y era eso lo que buscaba, después de tanto tiempo sabía lo que buscaba y no era la sombra que me había acompañado tantos años y que luego había transformado mi corazón con su huida. Mi silencio lleno la estancia y se fue. Todo volvió a la normalidad, dejó de ser real. No quise verlo de nuevo, no quise tocarlo de nuevo. No quería, ya no podía, ya no existía se había acabado. Tiempo después anunció con entusiasmo un viaje… Un viaje que quebraría el resto en pedazos. Se fue jurándome que volvería, que me amaba y que no me preocupara. Pero yo ya no lo esperaba, aunque regresara, yo no esperaba su regreso. No quería nada de su oscuridad, estaba llena de mi propio amor y energía que cubría todo. Y sí lo extrañaba, sus susurros, sus llamadas, su color… Pero no lo necesitaba, era yo la que había dicho adiós a los recuerdos que un día me aprisionaron hasta morir por amor. Sin sombras, y sin oscuridad… mi realidad me parecía encantadora.
Y justo ahora, cuando pensaba que todo quedaba así. Que era un adiós permanente su vestigio hace presencia, y me visita a horas intermedias recordándome que aun existe, que aun late, que aun vive en mí. Pero como borrar los recuerdos, como desaparecerlos. Como aprender a olvidar, a olvidarlo. Sin realmente querer hacer eso. Nuestro débil amor se vio dividido por la línea más definida que puede existir: el odio. Odiaba la distancia que nos separaba, el lugar donde estaba. Lo odiaba infinitamente y por extensión lo odiaba a él. Poco a poco ese odio, fue dando paso a melancolía, cantos de jubilosos y angelicales celebraron nuestra partida, de dos corazones que estaban destinados a estar juntos. Si llorar ya no sirve, el tiempo curará las heridas… pero estaba segura que los segundos jamás se llevarían el dolor que conlleva dejarse ir y permitir que alguien más domine el destino, mi destino. Dejé de responder a sus llamadas, a sus gritos, a sus suplicas hasta que comprendí que amar… no era solo en ese momento, en ese mes, en ese año. Amar significa querer para siempre, y el tiempo se llevaba los malos recuerdos, y un adiós tormentoso dejando solo ese amor puro que es verdaderamente inmortal, y que deja una marca en el mundo. Amaba a mi sombra, es decir para siempre en mí.

viernes, 6 de agosto de 2010

Futuro incierto


Si alguna vez has estado en una encrucijada, creo que conoces bien el sentimiento de indecision. Una sensación que te frena, que te prohibe moverte, te paraliza, te bloquea... A lo largo de los años de mi adolescencia, debo admitir que siempre fui indecisa, me costaba mucho tomar una decision. Y aun lucho contra eso... La diferencia es que, ahora cuando tomo una decision, no comienzo a observar por detras de mi hombro comprobando si tome el camino correcto. Me limito a seguirlo, porque creelo o no... Cada pequeña decision que tomamos estaba destinada a ser asi, y no habia nada que pudiera cambiarlo, no habia otra forma de que eso pudiese suceder.

Hoy, escribo esto y de nuevo me pregunto... ¿Que deberia hacer? ¿Como se si podre alcanzar alguna de mis oportunidades ? Y comprendo que... No lo se. Pero hare mi mayor esfuerzo por lograr lo que quiero. Y si, puede que no siempre escoja, haga, eliga, escriba, hable lo que era correcto. Pero era mi destino hacer todo eso, y ganar. Porque cada vez que me equivoco, me aseguro una victoria. Saber perder, es saber ganar.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Info. extra



Como saben soy una mas de las fans de la saga de crepúsculo, pero eso no implica que solamente lea los best-sellers de Stephenie Meyer. Hace poco fue publicado en Venezuela un best seller de una escritora completamente innovadora y con una nueva vision del peligro y de los chicos malos... mmm.

**Spoilers**

Con el tema de los angeles caidos que le sirve de telon de fondo; presenta una historia de amor donde Nora, la protagonista, tendra que decidir entre caer ante el seductor Patch o morir en el intento




Reseña


Nora Grey es responsable y lista y nada inclinada a la temeridad. Su primer error fue enamorarse de Patch. Patch tiene un pasado que podría llamarse cualquier cosa excepto inofensivo. Lo mejor que hizo nunca fue enamorarse de Nora.Después de ser emparejada con Patch en biología, todo lo que Nora quiere hacer es permanecer lejos de él, pero él siempre parece estar dos pasos por delante de ella. Puede sentir sus ojos sobre ella incluso cuando no está cerca. Lo siente cerca incluso cuando está sola en su habitación. Y cuando su atracción ya no puede ser negada, conoce el secreto de lo que es Patch y de lo que lo llevó hasta ella. A pesar de todas las preguntas que tiene sobre su pasado, tal vez haya una única pregunta que puedan hacerse: ¿hasta dónde estás dispuesto a caer?

lunes, 2 de agosto de 2010




Se escondía entre las sombras, aguardando su llegada. Respiraba entre-cortadamente, mientras en su mente se iniciaba un torbellino de recuerdos y fantasías. Llevaba mucho tiempo esperando por ese momento, más del que quería tomar cuenta. Unas tibias lágrimas se deslizaron por sus mejillas como preludio a su aparición; había preparado todo. Abandonado a su familia, renunciado a su trabajo, despedido a sus amigos, vendido su ropa… eso solo había sido la parte fácil, lo que no extrañaría. El verdadero sacrificio sería dejar su vida humana, su sangre, sus pulmones y dejarse ir. Unirse a ella para siempre. Porque la amaba, definitivamente más que a su propia vida, que a sus sentidos que a su futuro. No deseaba mas nada que estar junto a ella, y jamás separarse, permanecer juntos para siempre. Besarla, sentirla. Fría… tan fría y húmeda. Su roce bendito sobre su piel. Sin marcha atrás- se decía el hombre como un mantra- Ya no hay más opción. No puedo vivir sin ella.
Un relámpago alumbró el oscuro cielo por unos segundos, su excitación comenzaba a incrementarse podía sentir su presencia aproximarse y soltó un gemido de impaciencia. Podía rememorar claramente, (nítidamente si se podía permitir) su primer encuentro con ella. Se hallaba vagando por las calles desolado, sintiendo una opresión en su pecho. Había llegado optimista a su apartamento aquella tarde, su padre le había llamado reclamándole de nuevo su total desinterés por su salud y exigiendo dinero para su mantenimiento. Y finalmente, cuando había cruzado el umbral de la puerta había conseguido a su mujer escribiendo largas cartas… de amor. Emocionado esperó tras de ella para saber el destinatario de aquellas sublimes cartas de amor eterno. Sintió como su alma descendía hasta sus pies cuando descubrió que no eran dedicadas a su persona. Sino a su íntima amiga Mel… Aquella Mel… que ahora él recordaba con afecto ¡Oh! ¡Bendita Mel…! Que gracias a ti, finalmente he conocido a quien me roba el aliento. ¡Oh! Mel… que si no te hubieses interpuesto entre aquella dama y yo. Aún seguiría entre sus sabanas creyendo que me amaba. Con deseos suicidas entonces, vagaba… en espera de su muerte. Porque la veía venir, simplemente la sentía en el aire; ese peso aplastante. El viento rugía a su paso, lloraba… el cielo lloraba con fuerza tratando de consolar sus penas. Cuando la vio, descender del cielo… de la nube más oscura; bellísima, sin palabras para describir su hermosura. Completamente transparente y a la vez visible. Su vestido majestuoso caía hasta el suelo, arrastrándolo entre las sucias calles y haciendo que aquello pareciera llover en el infierno. Su abundante cabello azul, caía en cascada hasta sus tobillos, sus ojos de un azul intenso… marino, se fijaron en el hombre y comenzó a avanzar con paso decidido hacia él. Un relámpago cruzó el cielo, e iluminó todo. Sus ojos brillaron encendidamente, y el frío se extendió en todas las direcciones. Cubriendo totalmente el pecho del hombre, su cabello, su piel. Sin dejar un recodo ni un recuerdo de lo que era calor, tibieza…
El agua se escurrió entre las aceras, dando más consistencia a la mujer que ahora levantaba su mano en dirección al anonadado hombre. Le indicó con el dedo que se acercara, y el hombre hipnotizado le obedeció. Se detuvo delante de ella intimidado por su belleza, sobrenatural…. Implacable la mujer le rodeó el torso con los brazos y dejó caer todo su peso sobre él de modo que el desgarbado hombre termino en el suelo. Lloviéndole con fuerza su amor, su pasión, su ira, su deseo. El agua entraba a borbotones por su nariz y boca, como un beso sin labios, sin calor. Sintió por un momento que se ahogaría, que moriría de tanto amor, de ingerir litros de agua sin asimilarlos. Continuó respirando por unos segundos, y luego todo se detuvo. Pudo escuchar con total claridad como sus pulmones dejaron de funcionar, como la lluvia continuaba cayendo, como los autos continuaban deslizándose sobre la carretera; y había desaparecido la mujer y él. Para luego volver, con energía, con ímpetu. Respirando agitadamente y sintiendo como el dolor desaparecía dejando un espeso sopor, y melancolía. Abrió sus ojos y ahora solo quedaba un leve rocía que bañaba su rostro, y llevaba sus penas. El hombre enloquecido por su ausencia preguntó:
-¿Dónde estás lluvia?- mientras movía sus ojos frenéticamente en algún indicio de ella
-¿Dónde estás?- gritó desgarrando su garganta. Entonces un gota, perfecta, sincronizada cayó sobres sus labios recordándole su tacto. El esbozó una sonrisa, y se reconfortó pensando que la volvería y que no sería una despedida. Solo así había podido seguir con su vida.
–Sí, nuestro primer encuentro fue intenso- pensó mientras su espera se alargaba. Pero esta vez sería diferente, se uniría completamente a ella; se compenetrarían. Para ser solo uno: lluvia y hombre. Comenzaba a sentir una fuerte ensoñación apoderándose de él, el tiempo más lento, los segundos extendiéndose… Su corazón latir desbocadamente y aquí estaba ella. Las gotas de lluvia quedaron suspendidas en el aire, por un momento inmensurable mientras la tierra y su amante se preparaban para su llegada. La luz cegadora descendió y entonces entre las sombras de las nubes hizo acto de presencia la dama de la lluvia. Increíblemente hermosa, sublime, pura y sobre-natural había cumplido su promesa de esperarlo a él. Su ropaje hecho de agua, y su color… el olor a humedad impregnó el aire. Pero el hombre no podía respirar, se desplomó en el suelo como la primera vez y la mujer fue a su encuentro. Tomó sus manos entre las de él, y luego lo alzó en vilo. Caminó con él entre sus brazos y comenzó a ascender al cielo, entre las nubes de tormenta. Los ojos del hombre, eran demasiado imperfectos para apreciar lo que veía pero allí estaba todo lo que él había esperado, por todo lo que había luchado y soñado. Entre las nubes, el palacio se abría ante sí, con una niebla blanca que rodeaba todo. Las gotas de agua perfecta, única se detenían y podían ser bebidas, las torres del castillo antiquísimo, de la edad media con un reino y súbditos que esperaban por su rey malogrado que llevaba en brazos la princesa. Lo pasó entre el bosque, de agua también y lo llevo al centro del jardín donde lo depositó sobre un banco sin color. Poco a poco el sujeto comenzó a reaccionar y enfocar su entorno. Lo primero en lo que clavó su mirada fue en la princesa, la dama de la lluvia, que lo observaba con preocupación:
-Me has traído a tu reino- dijo el hombre sorprendido y con un deje de orgullo.
-Siempre cumplo mis promesas…. Dijiste que querías conocerlo y aquí esta- contestó al tiempo que hacía un gesto con la mano en la que abarcaba los campos
-Nada tiene color, es de agua… es... es…- tartamudeó tratando de explicar lo que veía
-Si… impresionante. Definitivamente no de tu mundo- replicó ella con gesto sabio
-Es mucho más que eso- dijo al tiempo que la escrutaba con la mirada
-No debes estar aquí, no debiste ni venir. Pero estoy condenada a siempre cumplir mis promesas, y tú. Estuviste a punto de morir frente a mis ojos, y ahora sí que moriras…
-¿De qué hablas?- preguntó ahora alarmado
-Las relaciones entre seres como tu… y como yo. Son pagados con tu muerte y a mí, con un dolor eterno… eterno de verdad. Nunca desaparecerá, siempre veré tu rostros tras mis párpados recordándome que fue mi culpa- dijo la dama con la voz quebrada
-No será así…- afirmó con voz trémula
-¡Sí! Siempre es así… ¿Es que no lo comprendes? Justo ahora, estas muriendo, bajo la lluvia… entre mis brazos- sollozó desconsolada. El hombre la rodeó con los brazos y sintió como una parte de sí misma se perdía entre el mundo
-Déjame recorrer tu mundo entonces, si de cualquier forma voy a morir prefiero verlo antes de irme- juró valientemente. Lo miró con reconocimiento, porque ya había escuchado eso antes.
Le tomó de la mano, y comenzaron a caminar entre la lluvia, el agua. El catillo era hilarante por supuesto, los guardias y los súbditos eran casi tan apuestos como ella. Parecían personas simples, que por decisión del destino estuvieran allí… pero no por voluntad propia. Todos llevaban un semblante taciturno, y su rostro solo se recomponía cuando la princesa les saludaba. El hombre deseaba preguntarle su misión pero, tenía miedo de que si hablaba perdería la magia del momento. Finalmente ella lo condujo a un poblado jardín donde sorprendentemente flores de todos los colores, rodeaban aquel reducido prado. Bancos sin color bordeaban las esquinas y el centro se hallaba lo que parecía ser un pozo abandonado.
-Ven- instó al hombre de repente- Debo enseñarte algo.
Lo condujo hasta el pozo, que tenía color, era de ladrillo. Con musgo que bordeaba su tapa, la dama levantó su cobertura… que era pesada. Y la lanzó hacia la grama que cayó con un sonido sordo.
-Es el fin, no puedo permitir… no podría soportar verte morir entre mis brazos otra vez. Vuelve a tu mundo
-Pero… voy a morir yo lo sé- negó él molesto por tener que separarse de ella
-No, tal vez no sea así- disintió ella. Lo tomó por un brazo y lo empujó con toda su fuerza hacia el pozo. Donde el hombre comenzó a caer, en contra de su voluntad. Sintió el aire agitarse a su alrededor, dejó su aliento perderse mientras dejaba el mundo donde siempre quiso estar.Se hallaba en el suelo, desconcertado. Sentía sus extremidades rígidas, giró la cabeza, aun acostado y se encontró con que otro hombre, deprimido vagaba como él en busca de consuelo. Y como aparecía la dama de la lluvia para recibirlo. La mujer se volteó ligeramente para guiñarle un ojo al hombre que antes había jurado su amor y que ahora yacía moribundo en el suelo. El hombre sonrió amargamente y luego todo se oscureció.

lunes, 14 de junio de 2010

Ella


La mujer caminaba con ligereza, tratando de apoyar lo menos posible sus pies sobre el pasto pero sus pasos se escuchaban. Sostenía en su mano un papel, con la dirección correcta anotada.
Se sentía relativamente tranquila, había llegado con puntualidad tal vez demasiada; la escena recordaba a aquellos parajes donde los amantes se escondían para disfrutar de su compañía y vivían momentos inolvidables uno junto al otro y con mayor excitación porque temían ser atrapados. Sin embargo ella estaba sola, aún, la grama se extendía con un verdor efervescente sobre el terreno como una alfombra viviente, húmeda y callada. Los árboles altos, imponentes un testimonio vivo de la belleza natural, en su época más hermosa, con flores rosadas de diferentes tonalidades. La reducida pradera no pertenecía a un parque, simplemente había sido incorporada a la ciudad como parte de los beneficios de vivir en el centro, dos bancos delicadamente pintados de gris contrastaban con el colorido de los árboles, mas internamente se hallaba una pequeña laguna que podría bien, parecer artificial, sus aguas era casi completamente cristalina, solo que a su alrededor en los bordes había acumulaciones de lodo y algunas hojas caídas flotaban con naturalidad sobre ésta. Más no había animales de ningún tipo. Un lugar feliz, y a la vez melancólico. La mujer contempló el paisaje con mirada imperturbable y se dirigió con torpeza hacía el banco más cercano de la entrada y se sentó bruscamente, dejando caer su peso sobre éste. Cruzó las piernas y movió impacientemente su pie en espera de ella. Podía imaginarla llegar, pero apartó esos pensamiento de su mente con rapidez. Bajó los parpados y trató de imaginar cosas agradables... un baño de burbujas, saborear un dulce de fresa, disfrutar del sol de la bahía sobre su piel. Todo lo que había hecho antes de su llegada. Sintió su presencia, aun con los ojos cerrados, podía oler su aroma, su peso junto al de ella sentada en el banco en que se encontraba.
Lentamente levantó los párpados y se encontró con su mirada inquisitiva y altiva
-Sue...- dijo la mujer como reconocimiento a su nueva acompañante.
-Leyla- contestó la otra asintiendo con rigidez. Sus verdes ojos lucían una intensidad irrevocable, como incitando a realizar algo realmente incoherente. Leyla se agitó ligeramente con sus pensamientos dispersándose, y trató de iniciar la conversación de nuevo a pesar de que podían decirse prácticamente observándose.
-Has venido- comentó distraídamente. Sue no contestó nada hasta que Leyla frunció el ceño con irritación al ser la única que hablaba
-Si- musitó seriamente- He venido porque, a pesar de lo que me has hecho he decidido que soy mejor persona que tú y por eso no tengo derecho a abandonarte, igual que tu a mí. Leyla bajó la mirada avergonzada y tomó delicadamente la mano de Sue, quien había suavizado su expresión ante el contacto.
- Lo siento tanto...-comenzó la mujer- Es solo que... no sé porque lo hice, simplemente pensé que era lo mejor para ambas vivir separadas, sin vernos sin interferir en la vida de la otra, pero... obviamente me equivoqué porque no puedo prescindir de tu amistad, de tu presencia, de ti. Ya no puedo más, y no sé porque estás aquí cuando yo... no lo merezco- las palabras se había comenzado a atropellar pero Sue había entendido todo, gracias a horas de dedicarse a memorizar la forma de hablar de Leyla. Leyla había tratado de contener las lágrimas que, ahora, caían libremente sobre sus mejillas e iniciando nuevo sollozos se arrojó al regazo de Sue sin ser capaz de dirigirle una palabra más. Ésta la rodeo con los brazos al tiempo que susurraba >>Ya estoy aquí<< ó >>Te perdono<< >>No te dejaré<<. Finalmente la desaliñada mujer se calmó y se atrevió a ver a Sue que también tenía los ojos empañados con lágrimas no derramadas. Su dulzura desbordaba del cuerpo y podía encender el corazón de Leyla, que martilleaba su pecho fuertemente. Se separó levemente de la otra y la volvió a ver esta vez con más detenimiento. Su rubio cabello caía en cortos rizos por encima de los hombros, su nariz perfilada y pequeña hacia destacar sus hermosos ojos, su boca delineada torcida de en una mueca de compasión, su blusa azul claro de botones a presión destacaba sus atributos, su ceñida falda dejaba al descubierto unas piernas perfectamente moldeadas y sus pies con unos delicadas balerinas. Leyla reparó entonces en su aspecto. Esa mañana había decidido colocarse lo primero que había encontrado en el closet, pero eso no importaba en ese momento- pensó- >>Todo lo que importa es que ella está aquí<<. -Dejaste pasar bastante tiempo, para buscarme- confesó dolida Sue- No pensé que podría resistir estar sin ti, tanto...- dijo mientras el dolor impregnaba su voz- Y ese tanto, era casi, más de lo que podía soportar ¡Es que no lo entiendes!- continuó de pronto- Somos dos mitades, de.. Algo, de nosotras. -Si, así es- coincidió la otra mujer con firmeza, su dolor había despertado en ella sentimientos de protección y por sobre todo, el sentimiento de que no había solo ella la que había pasado por tan difícil trance. -Cuéntame... como fue- pidió Sue entre susurros. La mente de Layla se envolvió en un torbellino de recuerdos que la dejaron sin aliento, imágenes inconexas, terriblemente hermosas y terriblemente tristes que se mezclaban, hizo una mueca y Sue lo notó. - ¿Por qué no comienzas desde el principio?- insistió tratando de reprimir la exasperación y curiosidad ante el silencio de la muchacha. Layla clavó los ojos en la hermosa muchacha y consiguió fuerzas para comenzar a contarle lo sucedido -Luego de que...- y se interrumpió bruscamente sin saber exactamente como expresar esa sensación. -Me fuera- concluyó Sue -Luego de que te fueras- retomó entonces Layla- Las cosas sucedieron de forma hilarante, mis padres iniciaron mi búsqueda algunas 3 horas después supongo, yo me había escondido en la parte baja del parque Richway, junto al río, y por unos momentos pensé haberte visto...- La mujer dejó incompleta la frase dejando que la misma se convirtiera en pregunta. Pero Sue se limitó a permanecer callada. -Cuando la policía me encontró comenzaron a hacerme preguntas, porqué estaba allí, si me había secuestrado, si alguien me había obligado a ir, si había sido sugestionada, si estaba herida. Cuando regresé a la casa, podía sentir tu partida en el aire, una opresión que se descargaba sobre mí, mis padres estaban realmente preocupados... Pensaron que debía ir a un psicólogo para superar tu huida- la muchacha parecía relatar la historia para sí misma, con la mirada perdida- Pero yo les aseguré que podía hacerlo, que no necesitaba a ningún loquero- soltó una breve risotada y Sue la miró reprobatoriamente. >> Estaba tan perdida, pero poco a poco, incluso para mí fue pasando el tiempo y pude adaptarme a que estaría sola, y no regresarías. Tu también tuviste la culpa- le dijo Layla a Sue con rencor- Porque tú me querías obligar a hacer eso, a pesar de que te dije que no quería... tú me ¡obligaste!, y las consecuencias fueron muy malas<<>>Debo decirle<<-- pensó- >>Debo hablarle<< -¡PERO NO ASÍ!- gritó entre sollozos- ¡NO DE ESA FORMA! PUDIMOS HABERLA HUMILLADO, HABERLE HECHO UNA BROMA INOCENTE- inspiró profundamente y continuó tratando de controlar los temblores de su voz- No así... Ella, la mujer quien tanto criticaba Sue estaba deslumbrante ese día... Yo... estaba de estupendamente hermosa ese día, al borde de... Los recuerdos la invadieron de nuevo, y un jadeo salvaje se escapó de sus labios, al tiempo que se inclinaba en el extremo opuesto del banco, y trataba de contener el ataque de pánico que se le veía venir. Sue la miró con frialdad y continuó hablando para hacer más profunda aquella herida. -¿Quieres que te recuerde como se dio la tragedia exactamente?- preguntó con malicia, mientras soltaba una seca carcajada. -No- susurró Layla, y se colocó ambas manos en los oídos, tratando de no escuchar, pero las palabras continuaban llegando. -Bueno, si insistes...- y Sue se rió de nuevo, de su propio chiste- Finalmente, habíamos logrado mejorar la patética reputación de niña problema, y niña fenómeno que con tanto orgullo nos había labrado tu queridísima amiga Madeleine en la Universidad. Fuimos invitada aquella fiesta, sencillamente... magnífica. Todo estaba planeado a la perfección, la música, la comida, los tíos... TODO- Mientras Sue continuaba con su ahora, monólogo, Layla no podía evitar imaginarse aquella fiesta, con la música estridente latiendo al ritmo de su pecho, los cuerpos moviéndose sincronizadamente, la adrenalina, el furor, la excitación que reinaba en el lugar era palpable. -Pues si... Tu y yo, ambas perdimos partes de nuestra pureza ese día, y que forma de perderla...- dijo mientras le dirigía una pícara mirada a su acompañante- Y entonces, aún con ese ímpetu corriendo por nuestra venas, la vimos. Lucía como una verdadera modelo de Vogue, con aquella ceñida falda, la pequeña camiseta que destacaba su plano abdomen, su rizado cabello cayendo en cascada hasta su espalda, detenida al borde de la escalera con aquella mirada alucinada y presionando su oído contra aquel caro y bonito celular, absorta... Layla no necesitó que Sue continuara la historia, esta se reproducía con total claridad en su mente. Efectivamente, la sensual chica se encontraba al borde de la escalera, ambas la vieron al mismo tiempo y cruzaron miradas con encendida complicidad. Layla solo había pensado en darle un pequeño susto, y humillarla aunque fuera solo delante de ella, pero... Sue tenía otros planes. >> La música continuaba en un volumen tan alto que era imposible, que Jessica pudiera escucharlas llegar, se encontraba de espalda a ellas , y comenzó la discusión:
-Solo empújala- dijo Sue animosamente- Verás como todos los problemas sociales se acabarán. Layla la había escrutado con la mirada sorprendida por la propuesta y había negado lentamente con la cabeza. Jessica reía estrepitosamente, mientras hablaba por el celular de algún chiste privado.
-Solo hazlo- insistía Sue- Vamos, ¿es que no quieres humillarla?
-Le podríamos causar daño de verdad- afirmó Layla. Sue le gruñó y empujó a Layla, quien a su vez al encontrarse a solo unos palmos de la chica en cuestión, le tropezó y esta última rodó escaleras abajo, mientras su cráneo paraba gran parte de la caída. Pareció eterno el momento mientras esta rodaba y Sue reía copiosamente. Cuando finalmente se detuvo un charco de sangre comenzaba a extenderse alarmantemente sobre el pulido mármol.
-Huye- ordenó Sue. Layla sin pensarlo dos veces, echó a correr dejando atrás la descomunal fiesta<< -¡Nooo!- dijo Layla lanzando un grito desgarrador. Sue se había detenido, pero Layla continuaba sufriendo. -Para Layla, ya no está sucediendo, estamos juntas ¿recuerdas?- le consolaba mientras trataba de abrazarla. -Lo peor... es que. Cuando la policía me encontró escondiéndome, pensaron que yo... había sufrido una crisis nerviosa por el accidente de ella... Y la verdadera razón es que yo causé el accidente y pensé, que me culparían y me encarcelarían- Poco a poco Layla se fue recuperando y otros sentimientos predominaron en ella- Pero no es mi culpa, es ¡tuya! , yo no la empujé a propósito, tú me empujaste y yo la tropecé. -No no fue así, tú lo querías tanto como yo- dijo Sue con tranquilidad. -No es cierto... Tú me obligaste a hacerlo, porque... porque...- tartamudeó la morena. -No lo entiendes ¿cierto? Aun no lo captas... si que eres lenta Layla. Tu yo somos parte de un todo, de ti. Juntas lo hicimos. Tú lo hiciste -No es verdad y no quiero seguirte escuchando- dijo, se levantó bruscamente y echó a andar sintiendo como Sue la seguía. Pasó junto al lago y vislumbró su reflejo, solo el suyo. Continuó caminando, rápidamente, dejando atrás el hermoso y pequeño parque en donde solo había esta ella conversando con ella.

jueves, 27 de mayo de 2010

Yo, la rosa


Podía escuchar la tierra crujir bajo mis pies, su sonido normalmente me sonaba desquiciante pero no hoy. Había dejado la puerta entre-abierta del invernadero, y mientras esperaba su llamada había decidido compartir con mis colegas un tiempo. Las flores lucían impactantes, con una belleza cegadora...dolorosa. Siempre había tenido preferencia por las rosas de modo que me estreché contra su maceta, en busca de apoyo. Me desvestí lentamente, dejando para el final las medias. Un viento helado cruzó la habitación y me estremecí ligeramente. Sentí la tierra entre mis dedos y me acosté sobre ésta dejando que mi piel se manchara. Extendí mi cabello como un abanico sobre el suelo al tiempo que dirigía la mirada hacia la rosa más cercana. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas avisándome lo cerca que estaba de cruzar la delgada línea entre irreal y real. El teléfono comenzó a emitir sonidos de desesperada atención y yo no podía levantarme. Como si cada célula de mi cuerpo pidiera a gritos permanecer allí. Mi respiración se volvió lenta y pausada, mientras mis ojos se trababan con el color y olor de la rosa. Dejé que mis parpados se cerraran y mi alma abandonara su refugio para apoderarse de una rosa mucho más libre que la mía.
Viaje por campos y ciudades hasta llegar a la rosa que se abrió a mí. Me dejó entrar y vivir su vida. El tallo como las extremidades me permitía tanta flexibilidad como quería. Podía inclinarme, alejarme tanto como deseaba del sol. Su contacto y calor con mis pétalos se veía y sentía natural, tanto como había sido respirar. Formaba parte de ese matorral, como otras tantas de mis hermanas que disfrutaban con mi alegría de ser rosa.
Las espinas simbolizaban la parte resistente y firme de mi carácter... no todo es hermoso. ¡Como había gente que dudaba que las flores eran seres vivos y sentían!, Yo... sentía mucho más que antes. No existía dolor, ni recuerdos, solo el presente. No extrañaba absolutamente nada de mi vida pasada. Yo era la rosa más hermosa que existía, y que nunca existió. Lentamente me comencé a marchitar y a perder mi brillo, dejando de ser la reina. Y sustituida por otra, ni allí era imprescindible. Y se me escapaba la luz del sol y su vitalidad. Solo quedando un sabor amargo, que monopolizaba los demás. Mi mente comenzó, a recordar flashes de mi vida, imágenes no siempre conectadas. Lo último que persistió en mi mente fue el concepto del amor, de esa razón para levantarse cada día, para no dejar de luchar, de reír, de escribir, de llorar, de hablar, de soñar. Luchando para encontrar la forma de profesar ese amor y que mejor símbolo que la vida.
Me levanté y me prometí que yo sería la flor de alguien, y que si había vuelto era por una razón. Amor, porque alguien me había amado eternamente... tanto para desear que yo fuese real, una flor... real.

jueves, 20 de mayo de 2010

Dolor


Sentía el suelo bajo mis pies, pero no era capaz de moverme. Sentía el aire a mí alrededor, pero no era capaz de respirar. Sentía las personas a mi alrededor hablarme y llamarme pero no era capaz de decir ni una palabra más, ya todo es taba dicho y visto; no había más nada que hacer. Atrapada en mi propio dolor, incapaz de reaccionar contra el irreflexible tiempo que se agotaba y se escurría entre mis manos. Aprisionada por mis propios pensamientos, una cárcel ideada y creada por mí misma. Que mejor prisión que la uno puede crearse, sabiendo lo que le tortura mucho más que cualquier otro. Mi cuerpo continuaba moviéndose, haciendo las labores por inercia supongo y mi mente inhabilitada por su pérdida. ¡Qué ironía! Como si alguna vez hubiese sido mío. Los pensamientos se agolpaban trayendo los recuerdos como flashes, como la vida de otra persona grabada en mis tejidos, porque esa no era yo nunca más. Sentía todo mi ser llorar por dentro y derrumbarse pero ¿Dónde estaban entonces las lágrimas? ¿Dónde estaban cuando más las necesitabas? Si ellas siempre aparecían para sanar el dolor, porque no aparecían ahora.
Tal vez, porque ella solo sirve para aliviar un dolor físico, pero el del alma ¿Quién lo alivia? Como liberarme de él si estaba atado con cada célula a mi piel. ¿Dónde están todas las sonrisas que quise regalarte y ahora solo puedo darte una sombría muestra de mi humor?
Las horas se alargaban eternamente, como si fuese una cámara diseñada para entrar y jamás salir y cuando lo hicieras tal vez estuvieras muy viejo. La gente indiferente parecía disfrutar con su situación ajenos a que adentro de ti todo se tambalea con cada paso. ¿Y cómo decirme a mí misma que no debía verle más, que solo me causaba más daño? Si mis ojos vagaban por cualquier lugar donde estuviese él, buscándolo. Y si trataba de huir, estaba en mi mente, trayéndome su recuerdo. ¡Cuánto desearía yo tener la capacidad de olvidar! Pero no puedo evitar preguntarme, y que si de verdad todo cambiara como lo hago yo, con cada pequeña cosa que sucede trae un cambio en nosotros y si así fuera el mundo. ¿Fuera mejor? A que todo permaneciera exactamente igual. Y luego de mucho pensarlo comprendí que el tiempo lo único que hace es llevarse y borrar los recuerdos y el dolor permanece contigo, formando parte de lo que eras, eres y serás. Y si sientes que algo es cambiado es solamente tú, porque “Un día nos cambia la vida, pero es porque nosotros hemos cambiado por dentro”

Gracias

La verdad, es que siempre quise crear una página en internet.. y gratis, no tengo mas que agradecer a los creadores de blogger, a todos incluso los que solo dieron su opinión!.. Gracias por dejar que el mundo conozca quienes somos.. VIVA EL INTERNET