De lo que hablo

Hola, bienvenido a mi blog, espero que despues de leer lo que he escrito te sientas inspirado y sepas que no eres el único que pasas por momentos buenos y malos. Esa es la vida. Escribe lo que sientas sea genial o pésimo siempre ayudara a dejar un poco mas liviana tu alma
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lunes, 2 de agosto de 2010




Se escondía entre las sombras, aguardando su llegada. Respiraba entre-cortadamente, mientras en su mente se iniciaba un torbellino de recuerdos y fantasías. Llevaba mucho tiempo esperando por ese momento, más del que quería tomar cuenta. Unas tibias lágrimas se deslizaron por sus mejillas como preludio a su aparición; había preparado todo. Abandonado a su familia, renunciado a su trabajo, despedido a sus amigos, vendido su ropa… eso solo había sido la parte fácil, lo que no extrañaría. El verdadero sacrificio sería dejar su vida humana, su sangre, sus pulmones y dejarse ir. Unirse a ella para siempre. Porque la amaba, definitivamente más que a su propia vida, que a sus sentidos que a su futuro. No deseaba mas nada que estar junto a ella, y jamás separarse, permanecer juntos para siempre. Besarla, sentirla. Fría… tan fría y húmeda. Su roce bendito sobre su piel. Sin marcha atrás- se decía el hombre como un mantra- Ya no hay más opción. No puedo vivir sin ella.
Un relámpago alumbró el oscuro cielo por unos segundos, su excitación comenzaba a incrementarse podía sentir su presencia aproximarse y soltó un gemido de impaciencia. Podía rememorar claramente, (nítidamente si se podía permitir) su primer encuentro con ella. Se hallaba vagando por las calles desolado, sintiendo una opresión en su pecho. Había llegado optimista a su apartamento aquella tarde, su padre le había llamado reclamándole de nuevo su total desinterés por su salud y exigiendo dinero para su mantenimiento. Y finalmente, cuando había cruzado el umbral de la puerta había conseguido a su mujer escribiendo largas cartas… de amor. Emocionado esperó tras de ella para saber el destinatario de aquellas sublimes cartas de amor eterno. Sintió como su alma descendía hasta sus pies cuando descubrió que no eran dedicadas a su persona. Sino a su íntima amiga Mel… Aquella Mel… que ahora él recordaba con afecto ¡Oh! ¡Bendita Mel…! Que gracias a ti, finalmente he conocido a quien me roba el aliento. ¡Oh! Mel… que si no te hubieses interpuesto entre aquella dama y yo. Aún seguiría entre sus sabanas creyendo que me amaba. Con deseos suicidas entonces, vagaba… en espera de su muerte. Porque la veía venir, simplemente la sentía en el aire; ese peso aplastante. El viento rugía a su paso, lloraba… el cielo lloraba con fuerza tratando de consolar sus penas. Cuando la vio, descender del cielo… de la nube más oscura; bellísima, sin palabras para describir su hermosura. Completamente transparente y a la vez visible. Su vestido majestuoso caía hasta el suelo, arrastrándolo entre las sucias calles y haciendo que aquello pareciera llover en el infierno. Su abundante cabello azul, caía en cascada hasta sus tobillos, sus ojos de un azul intenso… marino, se fijaron en el hombre y comenzó a avanzar con paso decidido hacia él. Un relámpago cruzó el cielo, e iluminó todo. Sus ojos brillaron encendidamente, y el frío se extendió en todas las direcciones. Cubriendo totalmente el pecho del hombre, su cabello, su piel. Sin dejar un recodo ni un recuerdo de lo que era calor, tibieza…
El agua se escurrió entre las aceras, dando más consistencia a la mujer que ahora levantaba su mano en dirección al anonadado hombre. Le indicó con el dedo que se acercara, y el hombre hipnotizado le obedeció. Se detuvo delante de ella intimidado por su belleza, sobrenatural…. Implacable la mujer le rodeó el torso con los brazos y dejó caer todo su peso sobre él de modo que el desgarbado hombre termino en el suelo. Lloviéndole con fuerza su amor, su pasión, su ira, su deseo. El agua entraba a borbotones por su nariz y boca, como un beso sin labios, sin calor. Sintió por un momento que se ahogaría, que moriría de tanto amor, de ingerir litros de agua sin asimilarlos. Continuó respirando por unos segundos, y luego todo se detuvo. Pudo escuchar con total claridad como sus pulmones dejaron de funcionar, como la lluvia continuaba cayendo, como los autos continuaban deslizándose sobre la carretera; y había desaparecido la mujer y él. Para luego volver, con energía, con ímpetu. Respirando agitadamente y sintiendo como el dolor desaparecía dejando un espeso sopor, y melancolía. Abrió sus ojos y ahora solo quedaba un leve rocía que bañaba su rostro, y llevaba sus penas. El hombre enloquecido por su ausencia preguntó:
-¿Dónde estás lluvia?- mientras movía sus ojos frenéticamente en algún indicio de ella
-¿Dónde estás?- gritó desgarrando su garganta. Entonces un gota, perfecta, sincronizada cayó sobres sus labios recordándole su tacto. El esbozó una sonrisa, y se reconfortó pensando que la volvería y que no sería una despedida. Solo así había podido seguir con su vida.
–Sí, nuestro primer encuentro fue intenso- pensó mientras su espera se alargaba. Pero esta vez sería diferente, se uniría completamente a ella; se compenetrarían. Para ser solo uno: lluvia y hombre. Comenzaba a sentir una fuerte ensoñación apoderándose de él, el tiempo más lento, los segundos extendiéndose… Su corazón latir desbocadamente y aquí estaba ella. Las gotas de lluvia quedaron suspendidas en el aire, por un momento inmensurable mientras la tierra y su amante se preparaban para su llegada. La luz cegadora descendió y entonces entre las sombras de las nubes hizo acto de presencia la dama de la lluvia. Increíblemente hermosa, sublime, pura y sobre-natural había cumplido su promesa de esperarlo a él. Su ropaje hecho de agua, y su color… el olor a humedad impregnó el aire. Pero el hombre no podía respirar, se desplomó en el suelo como la primera vez y la mujer fue a su encuentro. Tomó sus manos entre las de él, y luego lo alzó en vilo. Caminó con él entre sus brazos y comenzó a ascender al cielo, entre las nubes de tormenta. Los ojos del hombre, eran demasiado imperfectos para apreciar lo que veía pero allí estaba todo lo que él había esperado, por todo lo que había luchado y soñado. Entre las nubes, el palacio se abría ante sí, con una niebla blanca que rodeaba todo. Las gotas de agua perfecta, única se detenían y podían ser bebidas, las torres del castillo antiquísimo, de la edad media con un reino y súbditos que esperaban por su rey malogrado que llevaba en brazos la princesa. Lo pasó entre el bosque, de agua también y lo llevo al centro del jardín donde lo depositó sobre un banco sin color. Poco a poco el sujeto comenzó a reaccionar y enfocar su entorno. Lo primero en lo que clavó su mirada fue en la princesa, la dama de la lluvia, que lo observaba con preocupación:
-Me has traído a tu reino- dijo el hombre sorprendido y con un deje de orgullo.
-Siempre cumplo mis promesas…. Dijiste que querías conocerlo y aquí esta- contestó al tiempo que hacía un gesto con la mano en la que abarcaba los campos
-Nada tiene color, es de agua… es... es…- tartamudeó tratando de explicar lo que veía
-Si… impresionante. Definitivamente no de tu mundo- replicó ella con gesto sabio
-Es mucho más que eso- dijo al tiempo que la escrutaba con la mirada
-No debes estar aquí, no debiste ni venir. Pero estoy condenada a siempre cumplir mis promesas, y tú. Estuviste a punto de morir frente a mis ojos, y ahora sí que moriras…
-¿De qué hablas?- preguntó ahora alarmado
-Las relaciones entre seres como tu… y como yo. Son pagados con tu muerte y a mí, con un dolor eterno… eterno de verdad. Nunca desaparecerá, siempre veré tu rostros tras mis párpados recordándome que fue mi culpa- dijo la dama con la voz quebrada
-No será así…- afirmó con voz trémula
-¡Sí! Siempre es así… ¿Es que no lo comprendes? Justo ahora, estas muriendo, bajo la lluvia… entre mis brazos- sollozó desconsolada. El hombre la rodeó con los brazos y sintió como una parte de sí misma se perdía entre el mundo
-Déjame recorrer tu mundo entonces, si de cualquier forma voy a morir prefiero verlo antes de irme- juró valientemente. Lo miró con reconocimiento, porque ya había escuchado eso antes.
Le tomó de la mano, y comenzaron a caminar entre la lluvia, el agua. El catillo era hilarante por supuesto, los guardias y los súbditos eran casi tan apuestos como ella. Parecían personas simples, que por decisión del destino estuvieran allí… pero no por voluntad propia. Todos llevaban un semblante taciturno, y su rostro solo se recomponía cuando la princesa les saludaba. El hombre deseaba preguntarle su misión pero, tenía miedo de que si hablaba perdería la magia del momento. Finalmente ella lo condujo a un poblado jardín donde sorprendentemente flores de todos los colores, rodeaban aquel reducido prado. Bancos sin color bordeaban las esquinas y el centro se hallaba lo que parecía ser un pozo abandonado.
-Ven- instó al hombre de repente- Debo enseñarte algo.
Lo condujo hasta el pozo, que tenía color, era de ladrillo. Con musgo que bordeaba su tapa, la dama levantó su cobertura… que era pesada. Y la lanzó hacia la grama que cayó con un sonido sordo.
-Es el fin, no puedo permitir… no podría soportar verte morir entre mis brazos otra vez. Vuelve a tu mundo
-Pero… voy a morir yo lo sé- negó él molesto por tener que separarse de ella
-No, tal vez no sea así- disintió ella. Lo tomó por un brazo y lo empujó con toda su fuerza hacia el pozo. Donde el hombre comenzó a caer, en contra de su voluntad. Sintió el aire agitarse a su alrededor, dejó su aliento perderse mientras dejaba el mundo donde siempre quiso estar.Se hallaba en el suelo, desconcertado. Sentía sus extremidades rígidas, giró la cabeza, aun acostado y se encontró con que otro hombre, deprimido vagaba como él en busca de consuelo. Y como aparecía la dama de la lluvia para recibirlo. La mujer se volteó ligeramente para guiñarle un ojo al hombre que antes había jurado su amor y que ahora yacía moribundo en el suelo. El hombre sonrió amargamente y luego todo se oscureció.

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